Mi cuaderno abierto
de mientras la noche lluviosa
cubre el cielo
pido aquí tu consuelo.
Tu perdón,
tu anhelo,
déjame escapar de esta locura
de esta condena desdichada.
Más no te pido,
no me dejes
en este fuego perpetuo
no quiero estár quemada.
Nunca había sentido
tal deseo
por alguien
que quizá ni me recuerde.
De mi no quieres rememorar
ni un beso,
ni una simple caricia
ni ese ardor alterno.
Puedes convertir en ceniza
lo que en un día
fueron sentimientos.
Entierralas, pueden volver.
Pero al verme,
todo se desvanece,
las cenizas
como el ave fénix,
reaparecen.
Sentimientos callados
hablan
por gestos involuntarios.
Una mirada, un abrazo.
Tu mirada demuestra
lo que tu niegas,
lo que intentas esconder
y a la gente convencer.
Nunca retes al amado
al duelo de miradas
que seguro vas a perder
los ojos captan lo que quieres ver.
Déjame volver a tu usanza
esa que tanto extrañas,
que tanto callas
en tus entrañas.
Mi corazón
más no puede latir
al tu nombre escuchar.
¡Maldito sea!
Mil lágrimas
en esta tez pálida
han tenido que rozar
para darme cuenta;
Junto al demonio
solía descansar
mis brazos reposar
mi calor arropar.
Sólo intento que percibas
lo que mis lágrimas
escondidas chillan
lo que quieren que combatas cada día.
No dejes que mi corazón
siga esperando
ese hueco que has dejado
tras tu legado.
Muchos tienen la corona,
pocos el trono
el poder para saber
como llevar este reinado.
Intentan decirme que busque
consuelo en otro loco;
más no puedo, el tuyo
es el único cuerdo.
Recuerda en mi corazón,
siempre tendrás hueco
lo ocupe otro o quede
tan vacío como el hielo.
Rompe estas cadenas
que mi alma con la tuya unen
puesto que a más fulgor tenga
más fuerte será el ardor.
Trayënn
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